Chasen’s… en el antiguo… era un… lugar donde se esperaba que las estrellas de cine cenaran en tranquilas cabinas privadas en… chile sin tener que aguantar a… los mirones. Había ocasiones en las que

El restaurante Chasen en el viejo Hollywood era un lugar legendario donde se esperaba que las estrellas de cine cenaran en tranquilas cabinas privadas con chile a la barbacoa sin tener que soportar a los curiosos de las celebridades. Había descansos ocasionales en la tranquilidad. La despedida de soltero de Jimmy Stewart se celebraba allí con enanos vestidos sólo con pañales que salían de los pasteles. Humphrey Bogart y Peter Lorre se emborracharon una noche y robaron la caja fuerte del restaurante, llevándola a la calle hasta que los atraparon. WC Fields una vez causó una gran angustia a su novia Carlotta Monti al cenar en Chasens con otra mujer. Y en 1938 el director de la Orquesta de Filadelfia, el extravagante y peludo Leopold Stokowski, que estaba en la ciudad para mantener una discreta relación amorosa con Greta Garbo, vio interrumpida su cena por una nota de un camarero que decía que Walt Disney quería conocerlo.

Neurociencia y cine

El dibujante y el maestro se sorprendieron de que ambos fueran fans el uno del otro. Como siempre, Walt veía los encuentros con el talento como una oportunidad para ampliar los límites de la creatividad. En quince años de dirigir su estudio de animación, Disney había usado la música para complementar los gags y las historias, ahora quería invertir la fórmula. Recientemente, mientras asistía a una sinfonía en el Hollywood Bowl, quedó cautivado al escuchar El aprendiz de brujo de Paul Dukas. ¿Y si se combinaba con un dibujo animado de 20 minutos de duración? Podría elevar la animación a una forma de arte superior e introducir a nuevas audiencias a la música clásica que nunca antes la habían apreciado. A Stokowski le gustó tanto la idea que se ofreció a dirigirla gratis. También sugirió varias otras piezas que podrían ser presentadas con animación también. Y así nació Fantasía (1940).

La otra razón de Disney para hacer Hechicero fue para salvar la carrera de Mickey Mouse. Un hombre supersticioso, que como muchos en Hollywood consultaba a los adivinos, sentía que si Mickey moría, toda su organización se hundiría con él. Había pasado de ser travieso a ser soso. Había llegado al punto en que Walt recibía cartas de queja cada vez que el pequeño se comportaba mal en la pantalla. Había sido superado en popularidad por el mezquino pero más versátil Pato Donald. Disney seguía siendo el más firme defensor de Mickey, a pesar de las sugerencias de su artista el roedor de cuatro pies era un personaje tonto que debía ser reemplazado en la película por Dopey. Su desdén llevó a la frase, “Una operación de Mickey Mouse” usada para describir cosas que son de segunda categoría.

Alicia en el país de las maravillas

En ese momento, a la altura del gran éxito de Blancanieves y los siete enanitos (1937), Walt Disney, de 37 años, estaba en la cima de sus poderes creativos. Los visitantes del estudio se asombraron de su energía ilimitada, se habrían sorprendido más al descubrir que había sufrido una crisis nerviosa ocho años antes. Su actitud de “todo es posible” se transmitió a muchos de sus artistas que eran personajes locos para empezar. Trabajando en Fantasía con intelectuales como Stokowski y el crítico musical Deems Taylor, Walt se sentía a veces avergonzado por su comportamiento inmaduro.

Si Walt ignoraba algunas piezas de música clásica, lo compensaba sumergiéndose en Fantasía con un entusiasmo infantil. Su imaginación fue traducida en visiones únicas por los animadores de Disney. Un pasaje de Bach le recordaba a un tazón de espaguetis, más tarde se divirtió cuando los críticos vieron algo profundo en los simples dibujos
que apareció en la pantalla. Stokowski sugirió que usaran una pieza llamada Sacre du Printemps o Rito de la Primavera, de Igor Stravinsky. “Socker, ¿qué es eso?” Preguntó Walt. Después de escuchar la música le envió 10.000 dólares a Stravinsky para que le diera permiso para usarla. El desesperado compositor ruso necesitaba el dinero para salir del París ocupado. Sacre se transformó de antiguos rituales paganos para acompañar una poderosa representación de la evolución de la Tierra. La sexta sinfonía de Beethoven, La Pastoral, pasó de ser un pacífico escenario campestre a un espectáculo del Monte Olimpo donde unicornios, centauros y ninfas vagaban libremente. Después de ver la obra terminada por primera vez, Walt dijo con gran inocencia, “¡Wow! ¡Esto hará a Beethoven!”